Este fin de semana los senderistas del Blog Grupo de Andainas Rías Baixas hemos
estado admirando Las Cascadas de Sotillo.
Para ello nos hemos
acercado al pueblito que les da nombre, Sotillo de Sanabria. Allí, al pie de La
Iglesia de San Lorenzo dejamos el coche y comenzamos una bonita caminata.
En seguidita llegamos a
una tranquila área recreativa con todo su equipamiento, mesas y bancos de madera y en donde no falta la
fuente de agua fresquita.
Y en donde tomaremos un
primer contacto dinámico y alegre con El Arroyo de las Truchas.
Bajo la sombra de los
especímenes arbóreos propios de ribera que poblaban el lugar.
A partir de aquí comenzamos
una paulatina subida que nos conducirá hasta nuestro objetivo que no es otro
que el emplazamiento de Las Cascadas de Sotillo.
Ascensión que en algunas
ocasiones se verá suavizada por diversos elementos como el colorido de las flores silvestres
a la vera del camino...
Las sonoras aguas de
algún que otro regato cruzando serpeantes la senda...
Y que nos dejan imágenes
llenas de encanto.
El bosque por donde
transcurre la ruta está poblado de robles, avellanos, acebos y otros, jalonando
un sendero señalizado a cada paso por lo que no hay posibilidad de perderse.
Algunos árboles, por sus formas, no nos
son indiferentes, llaman nuestra atención y nos invitan a jugar con ellos.
En esta primera parte el
senderista se encontrará también con diversidad de suelos sobre los que pisar.
Desde los lisos y llanos sin ningún impedimento para que nuestros pies nos
lleven sin sobresaltos.
Hasta aquellos pedregosos
por donde tienes que andar con mil ojos para no dar un traspiés.
Hasta veces hay en que
las rocas se erigen en guardianes del bosque por el que el caminante transita.
Arribamos por fin a un
claro que nos permite contemplar la altura a la que hemos llegado y la inmensa
belleza de la montaña y El Valle de Sotillo por donde discurre El Arroyo de Las
Truchas.
Toca ya el turno de ir
descendiendo y lo hacemos por un estrecho y complicado sendero que da paso a
esta maravilla.
Las Cascadas de Sotillo
alimentándose de las aguas que bajan de La laguna de Sotillo por mediación del
Arroyo Pingón bifurcándose y cayendo alocadamente montaña abajo dejando sólo
belleza a su paso.
¡Es todo un privilegio
poder estar allí! ¡Un lugar mágico, escondiendo quién sabe cuántos secretos! Y
con las gotas de la cascada salpicándote y refrescándote para continuar con
nuevos bríos la senda.
Acompañamos un rato al
arroyo y lo que escuchamos y vemos consigue que la espectacularidad de lo que
habíamos dejado atrás no decaiga en absoluto.
¿No pensáis lo mismo?
Incluso nos atrevemos a
acercarnos y tocar el agua en esta poza, remanso de tranquilidad, que a más de
uno tentará para un merecido chapuzón.
Pero toca seguir
caminando. El sendero se retuerce a medida que desciende y el caminante se ve
ayudado por maderas y cables de acero delimitando la ruta.
Que a veces parece
llevarnos por lugares mágicamente encantados.
Es un día de mucho calor
pero la frondosidad de los árboles mitiga la sensación de agobio o cansancio y el senderista
prosigue alegre el camino.
A veces echando la vista
atrás para grabar bien en la retina todo lo allí vivido.
El Arroyo de Las Truchas sigue con nosotros y un momento especial es aquel en donde lo cruzamos por un puente
hecho de ramas, algo desvencijado ya, y que nos hace recordar alguna
de las películas de Indiana Jones.
Aunque afortunadamente
para nosotros, sin los malos de la película persiguiéndonos.
Y nos limitamos a
seguir caminando sin ningún sobresalto.
Sólo disfrutando del
momento y de este lugar que es una gozada y que sin duda alguna deja huella en
el corazón de quien lo visita.
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