martes, 22 de agosto de 2017

De Barbadelo A Portomarín, Camino Francés A Santiago

Nuestra Tercera Etapa transcurrió por las tierras que separan Barbadelo de Portomarín.
Por cierto, en el mismo Barbadelo no paséis de largo La Iglesia de Santiago cuyos orígenes se remontan a los siglos X-XI y en donde admiraréis su torre y esta magnífica portada.
Iniciamos el camino muy temprano pero la senda ya se encontraba bastante concurrida.
Pasamos por Rente y A Serra y nos deslizamos bajo los túneles formados por la frondosidad de los árboles del lugar.
En una fuente nos encontramos con Pelegrín, la mascota del año xacobeo de 1993 y hay momentos verdaderamente bonitos para el caminante.
Recorremos lugares como Peruscallo, Cortiñas y Lavandeira y, entre muros de piedra y árboles autóctonos, llegamos a A Brea en donde debería estar el mojón con la plaquita de los 100 km pero los amigos de lo ajeno se la han llevado como recuerdo al igual que muchas otras.
Seguimos por Morgade con una bonita capilla de piedra al borde del camino. 
Luego por Ferreiros y Mirallos en donde veréis otra iglesia que merece la pena La de Santa María de Ferreiros, románica e inicialmente construída en el S. XII en otro lugar.
Ahora está mismo a la vera del camino y dicen que fue trasladada piedra a piedra hasta aquí en el S. XVIII. Fijaos en su arco, su portada, espadaña y la pila bautismal a su frente.
En los pueblos y aldeas por los que pasamos como A Pena, As Rozas, Moimentos, Mercadoiro, Moutras, A Parrocha y Vilachá, echad un ojo además a los hórreos.
Y también a las fuentes.
Admirad los musgosos muros de piedra que delimitan el paso del peregrino.
Buscad las meigas galegas por ahí volando, que ya sabéis… Habelas… Hainas…
Y llevaos algún recuerdito del camino.
De vez en cuando os encontraréis con el ganado que sale a pastar.
Y, siempre indicando la dirección a seguir, las sempiternas flechas amarillas.
De repente divisamos ya los negros tejados y la Iglesia de Portomarín, nuestro destino.
Y gran regocijo inunda a los caminantes.
Nosotros ahora descendemos por un trayecto nuevo con respecto al que habíamos seguido años anteriores, con El Embalse de Belesar en nuestro punto de mira.
Hay un momento en que la senda se va estrechando cada vez más.
Llegando el peregrino a ir como encajonado entre muros de piedra. Aquí el caminante tiene que prestar especial atención a donde pone el pie.
Pero es realmente espectacular, parece que estamos viviendo una aventura a lo Indiana Jones.
Con el suelo totalmente de roca pura.
Y enseguidita nos encontramos delante del embalse y el puente sobre las aguas del Río Miño.
Lo cruzamos y subimos unos cuantos escalones.
Atravesamos el arco que perteneció a un antiguo puente medieval y en el que se encuentra La Capilla de A Virxe das Neves.
Y que nos lleva al mismo Portomarín que recibe al peregrino con este gran letrero.
Callejeamos por sus calles asoportaladas.
Y nos encontramos ya delante de La Iglesia románica de San Nicolás, templo-fortaleza del S. XIII con sus almenas y característico rosetón. 
Y que fue trasladada piedra a piedra desde el antiguo Portomarín cuando el poblado quedó totalmente inundado por las aguas del embalse.

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