Estos curiosos personajes
se nos colaron cierto día en nuestra caminata.
La cual iniciamos y también
finalizamos en El Área Recreativa de Cruz da Portela en O Rosal.
El día se presentaba
relajado y caminamos a descubrir nuevos intereses. Los erizos de
los castaños con su precioso cargamento todavía intacto nos miraban pasar tranquilamente.
Como quien no quiere la
cosa, la silueta casi oculta de un molino nos sale al paso alertándonos de la presencia
de un compañero con mejor aspecto y muy accesible.
Parecía que el molinero
nos iba a abrir la puerta de un momento a otro… Pero, eso… No sucedió…
Continuamos nuestro paseo
que nos llevó a otro lugar lleno de magia y de mil y una historia entre sus
piedras.
Se trata de La Villa Románico-visigótica
de Marzán en donde podéis admirar estos sepulcros labrados en la roca y que
datan de los S. IV-V.
A pocos metros
encontramos La Ermita de San Vicente que, seguramente, se erigió para cristianizar
un santuario pagano dedicado a Mercurio.
Volvimos sobre nuestros
pasos. Los molinos continuaban esperando la mano de quien los
devolviese al esplendor de su vida activa.
Y allá que nos fuimos con
nuestro dinámico andar por senderos y pistas entre bosques de castaños, robles, pinos y algún que otro alcornoque.
Y nuevamente nuestros
ojos curiosos descubren un apartado molino al que accedemos por su largo canal
de piedra.
Casi sin darnos cuenta hemos ido ascendiendo y llegamos al punto en donde nos encontramos nada menos que con El
Atlántico.
Estamos en El Alto del
Torroso a cuya cima vamos acceder.
Pero todavía nos
demoramos un ratito contemplando la acción de las saladas aguas.
Desde la cumbre nuestra visión
alcanza hasta el mítico Monte Tecla.
Pena que justo en el
momento en que nos encontrábamos allí, una espesa nieblina surgió del mar y
comenzó a cubrir tan bonita estampa.
Aún así se vislumbraba un
bonito panorama con La Guardia allá abajo por un lado y el Río Miño y las
tierras por él bañadas, cerca de su desembocadura, por el otro.
Si llegáis hasta allí
prestad atención a las rocas. Algunas están horadadas por la acción de los
elementos. Incluso hay una que alberga una especie de altar a la Virgen de Fátima.
A ver si descubrís sus
misteriosos habitantes como éste que, erguido sobre el océano, se erige en
guardián del lugar.
Iniciamos el descenso del
Torroso por el lado contrario al que subimos y vamos cerrando el círculo de
nuestra caminata. Nuevamente los pinos alfombran con sus hojas picudas el suelo
por donde pisamos.
A nuestra izquierda el vaivén de las olas continúa incesante. Con
el rabillo del ojo espiamos la situación del Tecla y comprobamos que continúa
envuelto en algodones.
Lo que no podéis perder
es el encuentro con nuestros pétreos amigos.
Son una serie de esculturas,
allí colocadas mirando al mar y que sin duda animan el alma del senderista.
Ni que decir tiene que
las vistas desde allí, un balcón sobre el mar, son espectaculares.
Al igual que muchas de
las que se nos ofrecen en gran parte de nuestro recorrido.
En el cual incluimos la
visita a este mirador.
Desde donde seguimos
contemplando la azul inmensidad del mar fundiéndose con el cielo altivo.
De nuevo en el área
recreativa nos llaman la atención las rústicas piedras de sus mesas, casi
prehistóricas.
Explorando un poco nos
encontramos con la cruz que da nombre al lugar.
Y que se encuentra en un
lugar privilegiado, una auténtica atalaya sobre El Atlántico.
En fin… Una ruta que
contiene ésto que aquí ves y mucho más que sentirás al acercarte y caminar por
allí.
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